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La creación de una empresa industrial




Con demasiada frecuencia se monta una industria o un comercio, sin que previamente se haya hecho un examen profundo de las condiciones de su establecimiento ni de los resultados que cabe esperar razonablemente. Tal examen debiera comprender: la naturaleza de las operaciones proyectadas, el capital de que se dispone o que debe buscarse, el lugar o situación óptima de instalación, el espacio de que puede disponerse, el reclutamiento del personal (calificado o no) y sus condiciones de vida.

¿Te parecen demasiadas cosas a tener en cuenta? No lo creas, tan sólo hemos de intentar trazar una pauta general para este estudio, que naturalmente, deberá completarse teniendo en cuenta las características y exigencias particulares de cada empresa.

De esta forma, se evitarán errores esenciales que tienen una considerable repercusión en la dirección de los negocios, en la actividad económica y en las relaciones sociales. La inseguridad y la inestabilidad son "puntos negros" que provocan una actitud contraria a la productividad.

¿Pueden evitarse estos errores por completo? Indudablemente que no, puesto que desde el momento en que la empresa empiece a funcionar, entrarán en juego otros factores, como la propia organización, el valor de los dirigentes, su capacidad en elegir a los colaboradores y en crear un ambiente general que se manifieste por la voluntad común de realizar una "obra". Este objetivo supremo, sea cual fuere la tarea de cada uno, no debe perderse nunca de vista.

Por otra parte, surgirán fluctuaciones económicas que es menester seguir, meditar e interpretar; constituyendo ello la función propia del jefe de empresa. el director tiene que tomarse el tiempo necesario para reflexionar en sus consecuencias y repercusiones. Y si esta actividad puramente intelectual la realiza como es debido, la obra proseguirá su camino a satisfacción de todos.

En este momento en que en nuestra patria se operan transformaciones profundas, desplazamientos de industrias, revalorización de regiones antes inhóspitas, surge espontánea la pregunta: ¿Qué industria nueva se podría establecer?

¿Cuáles serían sus posibilidades de éxito? A esta pregunta, ¿quién se atrevería a responder? Que sepamos, no existe ningún organismo, oficial o privado, que sea capaz, hoy por hoy, de afirmar con toda competencia, después de los estudios necesarios en los diversos aspectos económico y social: en tal sitio, creen tal industria.

Un organismo que tuviese esta misión sería de utilidad manifiesta. En nuestra opinión podría constituir un departamento de alguna subdivisión al estilo de la antigua Comisión Nacional de Productividad Industrial, departamento que ya existió en algunos países extranjeros.

El problema es de la misma naturaleza para otras actividades no industriales. Si se arrancan las vides en virtud de una legislación especial, ¿con qué cultivo deberemos sustituirlas? Esta es una pregunta que se ha planteado repetidas veces.

Nos contentamos con señalar el hecho. Diógenes con su linterna buscaba un hombre; en nuestra época de ciencia eminente en la que vislumbramos ya las conquistas interplanetarias, reservemos un pequeño rayo de esta ciencia para que ilumine, sino totalmente nuestro planeta, sí al menos a nuestro país a fin de que todos se den cuenta de lo mucho que puede contribuir a su prosperidad.